Ciencia como racionalidad excluyente
A pesar de las grandes diferencias conceptuales y metodológicas señaladas entre las ciencias experimentales y las ciencias humanas, algunos científicos contemporáneos notables, como Stephen Hawking, Richard Dawkins, Carl Sagan, Steven Weinberg, Edward O. Wilson y Stephen Jay Gould atribuyen a la ciencia experimental el monopolio del conocimiento de la realidad y rechazan cualquier otra vía de acceso intelectual. Así conceden al método científico el privilegio de garantizar la racionalidad de todo conocimiento y a menudo muestran un rechazo a otras fuentes de conocimiento, especialmente, las que proceden de enfoques espirituales y religiosos. Teniendo en cuenta el interés y actualidad de sus argumentaciones parece oportuno analizar algunas de sus ideas más destacadas.
Aparte de los factores personales, los conflictos históricos entre ciencia y religión son consecuencia de errores metodológicos. En el año 1633, la sentencia que condenó a Galileo se basaba en una interpretación errónea de algunos textos de la Sagrada Escritura, con los que se que pretendía rechazar el movimiento de la Tierra alrededor del Sol (aunque en 1543, Copérnico ya había probado el giro terrestre en torno al Sol). La cuestión decisiva es realizar la investigación utilizando el método adecuado al campo de estudio, para llegar a conclusiones avaladas por los hechos. En caso contrario, como muestra la historia surgen malentendidos y confrontaciones entre ciencia y religión, cuando con criterios teológicos se enjuician hechos científicos y viceversa, cuando la ciencia se erige en el único método de explicación de todo acontecimiento.
Así, en el último supuesto citado, cabe citar posiciones intelectuales que niegan la existencia de Dios, basando sus argumentos en el método propio de de la ciencia empírica. Uno de los autores más conocidos en el campo de la física-matemática es Stephen Hawking (1942 – 2018), coautor de «El gran Diseño» con Leonard Mlodinow. El libro, de carácter divulgativo, pretende justificar la no existencia de un Ser creador del universo. En todo caso, Hawking podría admitir su existencia, pero sin ninguna utilidad, ya que la ciencia actual puede explicar el origen y evolución de un mundo por complejo que sea. Se pretende sostener tales afirmaciones aduciendo la llamada teoría M [1] (aglutinante de múltiples sub-teorías). Para los autores citados, ese «hallazgo teórico» aporta razones estrictamente científicas que hacen prescindible la creación del universo.
De acuerdo con las predicciones de la llamada teoría M, nuestro universo no es único, sino que muchos otros universos fueron creados de la nada. Su creación, sin embargo, no requiere la intervención de ningún Dios o Ser Sobrenatural, sino que esa multitud de universos surge de modo natural de las leyes físicas y por tanto son una predicción científica [2].
En el Capítulo 7, en el párrafo dedicado a las «teorías de cuerdas», nos referimos a la teoría M como un compendio de teorías que pretende explicar todos los problemas físicos existentes. Aun suponiendo que M tuviese una base empírica probada, la afirmación recogida en el texto anterior no es aceptable como enunciado científico; tampoco tiene valor epistemológico. Pues el objetivo de la investigación científica no es la observación de ficticios universos, y menos aún, los que se suponen surgidos por «creación» de la «nada». Ambos términos son inobservables, por lo que no pertenecen al vocabulario científico. El término «creación», como acto de traer a la existencia algo que no existía antes, no tiene sentido físico. Tampoco lo tiene la noción de «nada», que es equivalente a inexistente, y por tanto no puede ser objeto de observación y aún menos, de experimentación.
Supuesta la existencia de tales universos, está fuera de toda lógica afirmar que, conociendo las leyes físicas que rigen los fenómenos naturales, se adquiere el poder de crearlos. Las leyes científicas son una elaboración de la mente humana obtenida a partir de la observación experimental de la naturaleza. No al revés. Primero, existen los fenómenos naturales, como la luz o las galaxias y después se construyen las teorías y las leyes que los gobiernan, conforme hemos mostrado a lo largo de estas páginas, analizando con detalle algunas investigaciones relevantes en la historia de la ciencia.
La aplicación del método científico comienza por la observación y continúa por la definición de magnitudes que sean experimentalmente mensurables, con la finalidad de elaborar teorías que puedan explicar los fenómenos naturales. Con ello, los científicos están en condiciones de hacer previsiones sobre hechos futuros, siempre dentro de los límites que estipulan las leyes. A partir de ese conocimiento teórico son posibles las aplicaciones técnicas. Pero es evidente que tal conocimiento de la naturaleza no conduce inexorablemente a la formación de mecanismos y procesos constructivos. Por tanto de una ley física no puede surgir naturalmente nada material y menos varios «universos». La afirmación de Hawking confunde el plano intelectual del pensamiento con el mundo donde ocurren los hechos naturales.
Los estudiosos anteriores a Newton no consiguieron explicar correctamente el movimiento de los planetas del sistema solar. Newton lo hizo por primera vez, expresándolo en la ley de gravitación universal que rige el movimiento de los planetas en torno al Sol. Una ley bien conocida, con más de trescientos años de existencia, que se estudia en las universidades y proporciona una representación precisa del sistema solar. En cierto modo, podría afirmarse que, conociendo su ley, conocemos la mente de Newton, pero no sería sensato afirmar que ahora podemos prescindir de Newton y aún menos negar su existencia.
Por otro lado, el biólogo Richard Dawkins centra su indagación en explorar las posibilidades de la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies. Su especulación sigue una senda diferente para llegar a un resultado parecido al de Hawking, dentro del mundo más restringido de los seres vivos. Pretende demostrar la existencia y variedad de los vivientes, incluido el ser humano, a partir de leyes y enunciados teóricos basados en el código genético y en la «selección natural». Esas y otras hipótesis confluyen en el llamado «principio antrópico», reconocido por algunos científicos como explicación plausible de la existencia de vida humana en nuestro planeta. Para muchos sería una prueba del origen sobrenatural de un universo ordenado que fue previsto por una mente superior. Dawkins no comparte esa interpretación.
«Lo que las mentes religiosas no captan es que se ofrecen esas dos soluciones candidatas para resolver el problema [del origen del universo]. Dios es una de ellas. El principio antrópico es la otra. Hay alternativas«.
Dawkins, E. (2008): 161. El espejismo de Dios. Espasa, Madrid.
En el «principio antrópico», las mentes religiosas pueden encontrar indicios para creer en la existencia de un Creador del universo, es decir una mente capaz de diseñar y hacer realidad su pensamiento. Dawkins aduce una posibilidad que no es válida, ya que la formación del universo necesita un sujeto agente, su origen no puede provenir de un «principio teórico». Así, un edificio no surge simplemente del diseño arquitectónico, sin la actuación de los constructores. Análogamente, el ‚»principio antrópico» responde a una teoría basada en datos conocidos y comprobados, pero su elaboración, y la explicación que ofrece no puede ser causa de su génesis y fundamento de la evolución del universo. Uno y otro autor (Hawking y Dawkins) pretenden prescindir del «sujeto agente». Afirman que, el descubrimiento de leyes científicas equivale a explicar el origen y evolución del universo. Y razonan: «si las leyes que rigen el universo son conocidas, entonces, conocemos la mente de Dios» y , por tanto, podemos prescindir de un Creador. Así reducen la mente de Dios a lo que se conoce en virtud de la ciencia empírica, sin aportar ninguna comprobación experimental válida para su exclusión, como exige la aplicación del método científico [3].
Nota 1. Jon Butterworth, científico del Gran Colisionador de Hadrones de Suiza, asegura que «la Teoría M es muy especulativa y no se encuentra en la zona de la ciencia ni tenemos evidencias que la respalden’ (…) sino que era más bien una corazonada científica». (Citado en J. Lennox, J. 2016): pos. 740). Disparando contra Dios. Publicaciones Andamio, Barcelona.
Nota 2. Según la estimación especulativa de Hawking ‚La teoría M tiene soluciones que permiten muchos tipos de espacios internos, quizá hasta unos 10500, lo cual significa que permitiría 10500 universos, cada uno con sus propias leyes (Hawking y Mlodinow (2010): 136. El Gran Diseño. Crítica.
Nota 3. «Si Dios existe, entonces es sobrenatural. Si es sobrenatural, no está limitado por las leyes de la naturaleza; Si no está limitado por las leyes de la naturaleza, no hay razón de que esté limitado por el tiempo; Si no está limitado por el tempo, entonces está en el pasado, el presente y el futuro». La evidencia científica de la fe. (Citado en Collins, F. S. (2007): 92. ¿Cómo habla Dios? “Temas de hoy” ).

