A pesar del espléndido ascenso de la física en el plano teórico y técnico, sus mismos éxitos han provocado numerosas cuestiones especulativas, que no han recibido respuestas convincentes. Especialmente, a partir de los primeros años del siglo pasado, en la física teórica se han suscitado diferencias de interpretación, en torno a las ideas sobre «onda-partícula», el «principio de incertidumbre», los «efectos relativistas» y la interpretación física del «cuanto de acción». Tales cuestiones, originadas en el campo estrictamente científico, no tardaron en provocar reflexiones filosóficas y amplias especulaciones al margen de la razón científica. En algunos casos, han desafiado los más sólidos principios del conocimiento, como la validez de las leyes naturales del raciocinio, la libre voluntad humana, o los fundamentos de la lógica. Se concluye así que la ciencia actual se encuentra ante nuevos enigmas, cuya complejidad desborda el método científico.
El método galileano no ofrece un camino adecuado para resolver ciertos problemas, a pesar de haber sido suscitados dentro del campo científico. Pues las teorías físico-matemáticas no son capaces de aportar soluciones satisfactorias cuando las cuestiones superan el orden cuantitativo. Y, en sentido contrario, los enfoques filosóficos que implican entidades metafísicas, no pueden proporcionar las respuesta adecuadas que demandan los fenómenos empíricos. Por tanto, al comprobar que la ciencia experimental, pese a sus grandes progresos, no satisface el natural deseo humano de saber, es preciso recurrir a un método que sea adecuado a su objeto de investigación. Teniendo en cuenta lo que hemos señalado, en este Epilogo pretendemos señalar algunos problemas que plantea la ciencia empírica, pero, a los que no da respuesta satisfactoria. Por lo que requieren ser abordados por ciencias situadas más allá de la ciencia experimental y del razonamiento matemático.
De hecho, la adquisición del mimo conocimiento científico no siempre camina por una senda estrictamente lógica. En la primera etapa de la investigación no puede prescindir de la «captación intuitiva»; condición necesaria para construir los primeros esquemas mentales. En este sentido, como fruto de su experiencia personal, Albert Einstein señala:
«Cualquier experto sabe que los grandes avances de la ciencia, por ejemplo la teoría de la gravitación de Newton, la termodinámica, la teoría cinética de los gases, la moderna electrodinámica, etc., han surgido siempre de esta manera y que sus fundamentos tienen en principio un carácter hipotético. Por lo tanto, el investigador parte siempre de unos hechos cuya relación mutua constituye el objeto de sus esfuerzos. Pero no llega a su sistema de ideas por vías metódicas e inductivas, sino que se amolda a los hechos a través de una selección intuitiva llevada a cabo entre las distintas teorías posibles basadas en axiomas».
Einstein, A. (2005): 233, 234. Albert Einstein. Introducción, selección y edición: J.M. Sánchez-Ron. Crítica, Madrid [negrita añadida].
En el mismo inicio de la investigación científica se despliegan facultades que, no corresponden a la razón discursiva, sino que tienen que ver con una atenta percepción dirigida por la intuición y la capacidad creativa.

